Soledades
Era del año la
estación florida
en que el mentido robador de
Europa
—media luna las armas
de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo—,
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace
estrellas;
cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
—náufrago y desdeñado, sobre ausente—,
lagrimosas de amor dulces
querellas
da al mar, que condolido,
fue a las ondas, fue al viento
el mísero gemido,
segundo de Arïón dulce
instrumento.
Nos encontramos ante un fragmento
que constituye el inicio de la primera de las Soledades de Luis de
Góngora, poeta del Siglo de Oro cuyo estilo dio lugar a una corriente conocida
como culteranismo o gongorismo. El poeta cordobés dotó a sus composiciones de
una gran complejidad mediante la sintaxis, las alusiones mitológicas, los
cultismos y otros recursos expresivos. La silva, forma que presenta este poema,
fue introducida en la literatura española de forma definitiva precisamente por
Góngora. El poeta recurre a la silva adaptándola a su antojo para narrarnos un
relato que será objeto de admiración y estudio por las generaciones
posteriores.
Góngora comienza situando la acción
del poema en un tiempo concreto, la primavera, haciendo alusión a la
constelación de Tauro, asociada tradicionalmente con dicha estación. Presenta
al protagonista de la narración contenida en la Soledad primera, el
que ministrar podía la copa a Júpiter mejor que el garzón de Ida; nos explica
su condición de náufrago y el mal trance por el que atraviesa, al que se une
además una pena de amor. Si tenemos en cuenta el título de la composición,
podemos afirmar que el tema es la soledad del náufrago. No obstante, cabe
señalar que los estudiosos de la obra de Góngora ven en el poema en su conjunto
la presencia del tópico de beatus ille y del menosprecio de corte y alabanza
de la aldea.
La
complejidad de la sintaxis es uno de los rasgos más característicos del poema,
en consonancia con el gongorismo. Todo el fragmento constituye un único grupo
oracional. Nos encontramos ante una oración impersonal construida con el verbo
copulativo ser (Era). Tratando de dar orden
lógico al atributo quedaría del siguiente modo: la estación florida del año en que el mentido robador
de Europa pace estrellas en campos de zafiro. Es decir, era
primavera. En que el
mentido robador de Europa pace estrellas en campos de zafiro es una
proposición subordinada adjetiva especificativa complemento del nombre
estación. Media luna las armas de su frente, y
el Sol todos los rayos de su pelo, luciente honor del cielo, hacen
referencia a la imagen de Zeus convertido en toro, son por tanto complementos
del nombre robador.
El
resto de la oración, cuando
el que ministrar…
hasta dulce
instrumento, constituye una proposición subordinada adverbial de
tiempo, por tanto, con función de complemento circunstancial. Dentro de ella, el que ministrar podía la copa a Júpiter mejor que el
garzón de Ida, náufrago, y desdeñado sobre ausente, es una
proposición subordinada adjetiva sustantivada con función de sujeto. Tratemos
de poner en orden el predicado de la subordinada adverbial: da dulces
querellas lagrimosas de amor al mar; el mísero gemido, segundo de Arión dulce
instrumento, que condolido, fue a las ondas, fue al viento. Dentro del
predicado de la subordinada adverbial encontramos una proposición yuxtapuesta
que mantiene una relación de coordinación, ya que podemos resumirlo así: el náufrago da querellas al mar;
y el gemido fue al viento. Pero no
termina ahí la complejidad, resta aún que
condolido; podemos inferir que está elidido un verbo copulativo, de
tal modo que tendríamos otra proposición subordinada, en este caso adjetiva
especificativa complemento del nombre gemido.
Es evidente que las figuras que
predominan son el hipérbaton, tal y como acabamos de comprobar; y el
circunloquio, ya que recurre a complejas construcciones para expresar una idea
(el que ministrar podía la copa a Júpiter mejor que el garzón de Ida en
lugar de decir más bello que Ganímedes). También está presente la metáfora, ya
que, identifica los cuernos del toro con una media luna, y el pelo del animal
con los rayos del Sol; el cielo son campos de zafiro; y la canción de Arión, su
segundo instrumento, es un mísero gemido.
Las
alusiones mitológicas tienen un gran peso en el poema. El mentido robador de
Europa es Zeus, que se transformó en un toro blanco (media luna las armas de su
frente/los cuernos, y el Sol todos los rayos de su pelo/el pelaje brillante) para
raptar/violar a Europa. Más adelante vuelve a aparecer Zeus, pero esta vez
identificado con el dios romano Júpiter. Y, por último, aparece Arión de Lesbos,
que era tañedor de la lira. Arión realizó un viaje por Italia y, a su regreso,
la tripulación del barco quiso matarle para hacerse con su dinero. Él entonó
una canción con voz tan aguda que atrajo a los delfines, y pudo huir a lomos de
uno de ellos.
Así pues, la complejidad del poema
no estriba solo en la sintaxis, sino que el uso del lenguaje culto y las
alusiones mitológicas hacen más inaccesible la composición. En conclusión,
observamos que el fragmento está plagado de los juegos propios del conceptismo
barroco, elevados por Góngora a su máxima complejidad. La maestría con que está
abordada la composición hace que goce que una tremenda fuerza expresiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario